1979.- En ese año la cosecha supera todas las expectativas. Tras varios días se empieza a extender el rumor: "No va a caber la uva en la bodega". Parece increible pero el problema se hace evidente. La situación se vuelve problemática. La vendimia se para en busca de un arreglo, pero no es tan fácil. Finalmente se plantea una solución de urgencia, usar una bodega en desuso para almacenar parte del vino ya elaborado de los primeros días. Dicha bodega, situada detrás de la calle La Rambla, algo más arriba del "Chorro Menchorro", es de acceso difícil. Se plantea el problema de cómo llevar el vino hasta allí. La solución la pone "Pepe, el del bar", quien anda enfrascado en su proyecto de poner en regadío varias fincas en "El Hoyo". Pepe proporciona los tubos de canalización necesarios y de esta manera se improvisa un transvase de vino desde la bodega de la Cooperativa a la bodega auxiliar. Dicho transvase se efectua en superficie, con la tubería cruzando la calle. Finalmente la operación tiene éxito y toda la enorme cosecha del 79 puede ser elaborada y almacenada. A grandes problemas, grandes soluciones.


1988. Varios años de malas cosechas se suceden en la década de los 80. Una nueva ola de emigración azota al pueblo, aunque no tan fuerte como la de finales de los 60 y principios de los 70. En 1988, la primavera es inusualmente lluviosa. Los agricultores se las prometen muy felices ante una cosecha de cereales muy buena. Sin embargo, las lluvias no parecen tener intención de parar. En Junio, se produce el desastre. En el momento de la floración de la uva la humedad reinante es extrema debido a las continuas lluvias. Esto supone unas condiciones idóneas para la proliferación de hongos, y en concreto del temido mildíu. Su desarrollo se produce tan rápidamente que no deja tiempo a nadie para reaccionar. En unos dias se comprueba que el 90% de la cosecha ha desaparecido. En Septiembre el panorama es desolador. Se acude a la viñas a recoger lo poco que ha quedado. Las cepas han desarrollado unos sarmientos enormes pero no hay uva. La campaña se cierra en menos de diez días con menos del 10% de uva respecto a un año normal. 1989 se avecinaba como una año duro. Sin embargo, la mala cosecha del 88 trajo consecuencias favorables para años posteriores.


1990.- Esta fue la mayor cosecha que se recuerda. Puestos a buscar las causas uno podía preguntar a los agricultores en aquella campaña y las respuestas eran casi unánimes: "después del mildíu del 88, las cepas tenían mucha madera y estaban muy fuertes, ...y éste año todo les ha venido bien". En cualquier caso aquel año no hubo necesidad de hacer ningún transvase ya que la bodega había aumentado mucho su capacidad respecto al 79.

1997.- Una serie de pedriscos diezman la cosecha en sucesivas ocasiones. Primero se ve afectado el paraje de Los Hitos en dirección a la aldea de Serradiel pero en una fase muy temprana, de modo que parece que las cepas se recuperan. Un segundo pedrisco en la misma zona no deja ya lugar a la esperanza. Posteriormente, otro pedrisco barre una franja desde Matallana a Viaril pasando por La Montanera. Casi todo el mundo tiene alguna viña afectada. Comienza la recolección y a los pocos días empiezan las lluvias y un nuevo pedrisco, que esta vez afecta a las uvas ya maduras. Hay que actuar rápido para salvar lo que ha quedado antes que se pudra a causa de los granos reventados por el pedrisco. El final de la vendimia se convierte en una odisea con un trabajo descomunal ya que la humedad impide a los tractores entrar el las viñas y hay que sacar la uva a mano hasta la orilla. Además, el vino resultante es de muy baja calidad.

1998.- Tras las penurias de la campaña anterior, en 1998 todo el mundo tiene puesta su mirada en la nueva estrella de la vendimia, la variedad Cencibel, cuyas primeras cepas se injertaron 2-3 años atrás y que iban a producir su primera cosecha ese año. Fueron escasamente 27.000 litros (aproximadamente el 0.5 % de la cosecha) pero una parte de ellos fueron embotellados constituyendo el primer Tinto Cencibel producido en Fuentealbilla.